Como dice un amigo, parece que la clase en el poder se empeña en que la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución se festejen con todo y revuelta, ahora en el 2010. No se puede entender de otro modo la tozudez y el empecinamiento de la clase gobernante para que el costo de la crisis económica y el despilfarro de recursos públicos sean soportados, otra vez, por los de abajo.
El paquete fiscal aprobado por los diputados la madrugada del miércoles, que implica aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), al Impuesto Sobre la Renta (ISR) y otros más así como incrementos a los precios de la gasolina, diesel y energía eléctrica, es un costal más a la pesada carga que ya de por sí traen en su espalda los asalariados de este país.
¿Qué será? ¿Insensibilidad, estupidez, torpeza, postura de clase? Como sea, queda claro que quienes toman estas decisiones viven en otro mundo social, muy distinto al de la mayoría de los mexicanos.
El grueso de las familias mexicanas vivimos al límite. Los ingresos que se obtienen, mayoritariamente por la venta de la fuerza de trabajo, apenas alcanzan para pagar el costo de reproducir la vida: alimento, casa, vestido, salud, educación y algo para esparcimiento. Poco queda para el ahorro, la vivienda o el patrimonio.
Esta situación no se debe a la reciente crisis financiera internacional; en realidad las presiones sobre la fuerza de trabajo se han venido intensificando a partir del periodo neoliberal. En realidad la crisis lo que hace es aumentar dichas presiones que están llegando a un nivel insostenible, puesto que por un lado se están aumentando las cargas de trabajo mientras se recortan sueldos y prestaciones laborales y encima se exige que se paguen más impuestos. No hay que tener un posgrado en el extranjero para vislumbrar un escenario de alta conflictividad social.
Ya se ha hecho notar además que la decisión de aumentar las cargas impositivas a los mexicanos ocurre mientras el aparato burocrático y la clase política profesional siguen sin renunciar a ninguno de sus extensos privilegios que gozan. A pesar de la crisis, y de los supuestos llamados a la austeridad que lanzan los gobernantes, en la práctica siguen abusando de los recursos de los contribuyentes.
Ejemplos:
- Felipe Calderón gastará en total 1,727 millones de pesos (mdp) para 2010 en su oficina.
- Los senadores aumentaron su presupuesto en más de 800 mdp y gastarán para el siguiente año 3,819 mdp.
- Los partidos políticos, a pesar de no ser año electoral, tendrán 3,218 mdp.
- La sala superior del Poder Judicial (la Suprema Corte de Justicia) gastará 1,485 mdp.
- Agustín Carstens, el señor de los presupuestos, tendrá únicamente para sus gastos de la oficina del secretario, 62.7 mdp.
- En fin, el despilfarro es enorme.
No hay medidas radicales de austeridad y de renuncia voluntaria a los privilegios. Hasta los monarcas europeos están renunciando a sus privilegios, como el rey Juan Carlos de España a cuya casa real le disminuyó ingresos el Estado español. Al discutirse el presupuesto para 2010, el propio Juan Carlos pidió que se le congelara el sueldo y las aportaciones “para el sostenimiento de su familia y su casa”, aportaciones que ascienden a unos 169 millones de pesos para todo el año (Milenio.com, 29 de septiembre 2009).
Pero es imposible que la clase política mexicana renuncie a sus privilegios. Como ha ocurrido en el pasado, cuando las clases dominantes esquilman la riqueza producida por la clase trabajadora a través de más impuestos y más trabajo, seguramente estos privilegios se verán terminados cuando se decidan los de abajo.
Al parecer ya se está colmando el plato. La paciencia está llegando a su fin, y la gente está cada vez más dispuesta a hacer algo para no seguir siendo esclava de una clase política y económica que somete al conjunto de la población para mantener sus privilegios.
Un último apunte: Para los que todavía creen en las elecciones y la alternancia. Vean cómo los priistas manipularon a los electores vendiéndose como el partido que se oponía al alza de impuestos. En realidad este paquete fiscal salió de la mano de los priistas, especialmente de los acuerdos entre Carlos Salinas de Gortari, Enrique Peña Nieto. Se ve además cómo el calderonismo (como en su tiempo el foxismo) requiere del auxilio político de las camarillas priistas para mantener el poder.