domingo, 11 de octubre de 2009

Cortocircuito



De Lajornada

Luis Hernández Navarro

El gobierno federal declaró la guerra a los trabajadores electricistas. Violentando la legalidad, armados con toletes y escudos, integrantes de la Policía Federal y del Ejército asaltaron las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro. No contento con provocar un conflicto de proporciones mayúsculas en la industria minero-metalúrgica, el Ejecutivo emprendió, a través del clásico sabadazo, una ofensiva frontal contra dichos trabajadores.

Pero Felipe Calderón no la tiene fácil en su nueva aventura bélica. El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) no está manco: cuenta con muchos recursos para enfrentar el desafío gubernamental, a pesar de su disidencia interna y de la campaña mediática en su contra.

El SME es un organismo gremial con gran experiencia de lucha, tradición y memoria histórica. Nacido en 1914 después de diversos intentos de organización, es el sindicato industrial más antiguo de México. Su presencia nacional es relevante.

A lo largo de sus casi 95 años de existencia ha estado presente en muchas de las más importantes jornadas de lucha de los trabajadores mexicanos. En 1936 impulsó activamente la formación del Comité Nacional de Defensa Proletaria, y fundó y luego abandonó la CTM. Impulsó la nacionalización de la industria eléctrica y ha rechazado los intentos de privatizarla, porque estima que atenta contra la soberanía y el desarrollo nacional. En 1983 se opuso a que el IVA se aplicara a las tarifas domésticas de energía eléctrica.

Ha participado en tres huelgas. En 1916 encabezó la huelga general que exigió el pago en oro de los salarios, para garantizar el valor real del ingreso de obreros y campesinos. Sobrevivió a la salvaje represión del gobierno de Venustiano Carranza y efectuó una huelga victoriosa.

La corriente eléctrica fue suspendida en 1936 en la ciudad de México y zonas circunvecinas, con excepción de los hospitales, alumbrados y servicios esenciales. La empresa aceptó las demandas sindicales para un nuevo contrato. El SME obtuvo una importante victoria para el movimiento obrero: el contrato conquistado sirvió de precedente para otros sindicatos.

En 1987 paró actividades exigiendo aumento salarial y la suspensión al pago de la deuda externa con el fin de destinar recursos en favor de la recuperación de los salarios, así como un cambio en la política económica. Seis días más tarde, después de que las autoridades laborales resolvieron que su movimiento era "legalmente inexistente", sus miembros regresaron a laborar sin conseguir aumento salarial

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